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Monday 12 November 2018

BABELICUS EN ESPAÑOL Número 6



(Tarde con globos de Adriana Alarco de Zadra
Pintura acrilica)



BABELICUS EN ESPAÑOL

Número 6 - Setiembre 2018



Estimados amigos:

Les presentamos el sexto número de BABELICUS EN ESPAÑOL que forma parte del blog del amigo y escritor italiano Stefano Valente a quien agradecemos su apoyo y disponibilidad para con esta revista multicultural que se encuentra en:


Y también en la página de Facebook:

Babelicus (grupo abierto)

Para este número nos hemos escogido cuentos en español, de varios países de América Latina llenos de fantasía, humor y humor casi infantil. Deseamos que este proyecto siga creciendo, y ruego a los escritores de lengua española interesados en publicar en Babelicus, que envíen sus colaboraciones adjuntas en Word a la responsable de la edición en español de la revista virtual bianual: Adriana Alarco de Zadra:  alarcoadriana@gmail.com

Se publicarán los cuentos que cumplan los requisitos de brevedad, gramática, fantasía y respeto. Los autores no pierden sus derechos de autor.

Portada: Tarde con Globos

ADRIANA ALARCO DE ZADRA

Perú




JULIO GARCIA VENTUREYRA- ARGENTINA

LA URDIMBRE DE SATANÁS "

    ¡Maldita sea! ¡Una y mil veces la maldigo... sin cansarme de hacerlo!

    ¡Es tan grande el odio que siento por ella!

    ¿Por qué?

    Por haberme robado a mi papá. ¡Viejo tonto que se dejó convencer!

   ¿Por qué?

    Por anhelar los bienes que me corresponden y.… algo más, por ser frívola y soberbia conmigo.

    Son motivos por demás suficientes para lo que hice.

    ¡Tantas veces la maté!

    Con la pistola de un disparo certero al corazón; cuando la empujé por aquella escalera interminable y rodó hasta el final; o el día que estando desprevenida provoqué su caída desde la terraza de aquel alto edificio, donde con un grito se perdió en el vacío.

    ¡Qué placer intenso!

    Pero será superior ahora que estos sueños están a un paso de convertirse en realidad, y pocas horas faltan para ello.

    ¡Mamá querida! Tuviste que abandonarme...

    Irte para siempre cuando más te necesitaba, por culpa de esa cruel enfermedad. Papá después se sintió desconsolado y quiso reemplazarte casándose con esta intrusa que nada significa comparándola

con vos.

    ¡Si supieras que te estoy necesitando más que nunca!

    ¡Éramos buenas amigas! Podía confiar a ciegas en tus consejos.

    Haberte perdido siendo adolescente es un dolor difícil de llevar.

    Las cosas que tendría que decirte... ¿Te acordás de Ricardo, aquel flaco simpático que te quería cuando íbamos al secundario?

    Es mi novio desde hace tiempo, y también está en el plan para vengarte. Sí... juntos preparamos la trampa

para eliminarla mortalmente... ¡y lo hicimos para que nada falle!

    Ricardo -- a quien para convencerlo tuve que amenazar con dejar de tener relaciones y romper-- fue quien estableció el día que tendríamos el encuentro con aquel siniestro personaje que prefiero no recordar, ni volver a ver en mi vida; y por la suma que le di, se dispuso llevar a cabo el "trabajo". Sí, se comprometió para hacerlo rápido, fulminante. Apostándose en una terraza y esperándola llegar.

    ¡Por fin!

    ¡Terminar de una buena vez con esa mujer!

    Un áspero sonido la sacó de sus profundas cavilaciones en la penumbra del departamento. Recordó entonces que Luisa había quedado en venir a buscarla esa tarde.

    Le dijo por el contestador que bajaba; aferró una campera que estaba sobre un sillón, y pronto estuvo en la calle subiendo en el automóvil de su amiga.

    Cuando llegaron a un gran descampado, una verdadera multitud escuchaba al predicador.

    A Luisa le habían recomendado la presencia del orador en la ciudad; era la palabra de Jesús para Argentina, y movida por la curiosidad le pidió a Gabriela que la acompañara.

    -- Dijo Jesús: "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos"

Mateo 18:20-- leyó el predicador en la Biblia, y agregó: -- Y donde hubo guerra que haya paz, donde hubo odio que haya amor...

    Gabriela comenzó a sentirse extraña en medio de la muchedumbre que aclamaba a Cristo, oía las prédicas y entonaba alabanzas.

    ¿Acaso...  se advertía una presencia especial inundando el lugar?  ¿Qué era realmente lo que le estaba sucediendo? No le dio importancia, tal vez no sería más que alguna sugestión o emoción momentánea.

¡Nadie de este mundo podría cambiar sus planes! ¡Absolutamente nadie!

    Cuando se fueron del lugar y mientras el auto andaba, no podía dejar de oír uno de los cánticos que había quedado dentro suyo. Era una hermosa melodía... y esa frase: "Donde hubo odio que haya amor", también seguía escuchándola.

    -- ¿Qué te sucede? --le preguntó Luisa que manejaba. -- ¿Te quedaste callada? ¿No te sentís bien?

    Gabriela se esforzaba por disimular, pero al no lograr contenerse estalló en sollozos.

    Luisa se sorprendió al verla, advirtiendo que algo raro le sucedía a su íntima amiga.

    Estacionó el vehículo en la misma avenida por la que circulaban, y atónita, escuchó la historia que entre llantos le relató su amiga que ya no soportaba su lucha interior.

    -- ¡Es un tremendo disparate! -- estalló Luisa al oír la confesión. -- ¿Tanto pudo cegarte el odio para maquinar algo así? ¿Te das cuenta?  ¿Querer eliminar a un ser humano porque no nos cae bien?

¿Matar...? ¿Hasta dónde llega la maldad? ¡Podría ser tu madre... o la mía!

    Gabriela continuaba sintiéndose muy mal.

    -- No sé si los milagros existen...-- siguió Luisa. -- Pero sí estoy convencida que Dios te puso su mano para que me lo hayas relatado y hasta puedas arrepentirte; no podemos perder ni un instante, hay una vida por medio que salvar... una preciosa vida como lo son para nuestro Creador. ¡Vamos...ya mismo! ¡Si es que todavía logramos llegar a tiempo!

    El auto partió veloz en una vertiginosa carrera contra el demonio.

    Cuando llegaron y descendieron, corrieron sin cesar por la soleada playa de estacionamiento; por la calle entre la gente, y cruzaron la avenida hasta llegar a un edificio horizontal.

    Un ascensor estaba en los pisos altos, el otro no funcionaba; subieron a un tercero más pequeño.    Ascendía con una lentitud que parecía querer burlarse de la ansiedad que sentían.    Por fin, llegó.

    Una puerta de madera daba a una larga galería de vidrio que siguieron tan apresuradas que Gabriela tropezó, cayendo.

    Luisa le extendió su mano, y una vez que se hubo levantado la mantuvo aferrada de ella mientras corrían.  Desembocaron a una terraza desierta.

    Miraron hacia distintos lados.

    En uno de sus ángulos, un hombre se aprestaba a preparar un arma de largo alcance.

    Desde este sitio se vislumbraban perfectamente los fondos de la casa del padre de Gabriela.

    -- ¡Eh... usted, oiga! -- le gritó Gabriela con desesperación.

    El hombre asustado, inmediatamente trató de esconder el arma.

    -- ¡Los planes han cambiado, no tiene que matar a nadie! -- siguió Gabriela. -- ¡Váyase...! ¡Váyase!

    Al recordarla, no pronunció palabra, guardó el arma, y desapareció rápidamente.

    Luisa y Gabriela suspiraron con alivio.

    -- Querido... estuvo tu hija. Es amorosa... me abrazó fuerte, y estaba como emocionada... hacía

tiempo que no la notaba así. Mañana salimos juntas a tomar el té y hacer algunas compras... ¡Y pensar que vos creías que no me quería...!

    -- ¡La nena! -- sonrió orgulloso a su esposa el padre de Gabriela que recién llegaba a la casa.

-- ¡Cuántas veces juzgamos mal a las personas premeditadamente y sin motivos; ¡pero yo... siempre supe que tiene un corazón de oro, por algo es hija mía!

Julio García Ventureyra nació en Argentina, donde reside en la actualidad en la ciudad de Bahía Blanca. Es autor de cuentos (publicados en revistas, suplementos literarios y diversos medios), novelas y guiones cinematográficos.



ADRIANA ALARCO DE ZADRA - PERÚ


TARDE CON GLOBOS


El día antes del cumpleaños, la casa estaba llena de gorros de cartulina y olía a gelatina de colores.  Rellené la piñata de muñequitos de latón, sapitos bullangueros y caramelos.  Inflar los globos me dejó sin respiración, por lo que conseguí un balón de gas helio para hacerlo rápidamente. 


         En medio del verano mi hija mayor ha cumplido cinco años y el Club del Carbón y del Hollín, nos prestó su jardín, para hacer allí la fiesta de cumpleaños. Mis hijas se veían como dos muñequitas con sus vestidos almidonados, sus zapatos lustrados y cintas en el cabello, pero   apenas llegamos, se ensuciaron de carbón y metieron la nariz en la torta de chocolate picante.

 Mientras les lavo la cara y las manos, comienzan a llegar los invitados.  Siete enanos terribles voltean sillas, jalan manteles, se cuelgan de los árboles y hay uno que otro con un chichón en la cabeza.  Soldaditos de plomo con uniformes brillantes marchan por el sendero empedrado. Aturdida, reparto los sombreros con gran éxito, hasta que los más grandes se los quitan a los más pequeños.

¡No me gusta este que parece una corona con espinas! ¡Yo quiero el rojo que tiene esa niña!

Al arrojar el sombrero de la discordia al suelo y saltarle encima con los pies, en medio de los alaridos estridentes, se escucha la voz del niño destructor:

No importa, ya no quiero el sombrero rojo porque está roto.

Ofuscada con la tarea de deshacer entuertos y limpiar mocos ajenos, lleno algunos globos gigantes con gas helio y los amarro a la rama de un árbol, mientras soldaditos de plomo marchan al compás por el sendero de piedra.

En esa tarde llena de sol, el jardín con sus árboles frondosos ampara la algarabía de los torbellinos. Los llamo a tomar el refresco y todos corren como diablillos a escoger el trozo de torta más grande sobre el plato más grande a pesar de que yo los veo todos del mismo tamaño.  No falta alguien que se lamenta:

A mí los sorbetes con flores de manzanilla no me gustan y las galletas de pétalos de rosa me hacen daño...

Veo asomar el hocico del lobo feroz detrás de un árbol, pero cuando pestañeo, ya ha desaparecido. Los trencitos bajo las campanillas se deslizan por los rieles en miniatura, chocan entre ellos, se desparraman en el jardín.

Mientras cantan cumpleaños feliz, mi hija mayor sopla sus cinco velitas, emocionada.  La menor no canta, ocupada como está en comer sola llenándose el vestido, el cabello y las orejas de gelatina de frambuesa y betarraga.

Algunos de los más traviesos desamarran los globos inflados con helio.  Veo que empiezan a flotar en el aire con la brisa de la tarde que los aleja sobre los árboles y techos de las casas.  Los contemplo asombrada.  No sé si sentir alivio o espanto pues el estupor me ha paralizado los sentimientos.   Sólo atino a hacerles adiós con la mano porque veo lo alegres que van donde los lleva el viento.  Me acaricio el vientre donde palpita otra vida.  Todavía sigue allí y no se ha ido volando. 

Todos corren y me crecen cinco manos para poder repartir los globos, frenéticamente.   Los trozos de torta terminan regados por el jardín y el alboroto forma un diseño variopinto, cuando los niños empiezan a levitar colgados de las esferas de colores.  Quisiera ser la bella durmiente y despertar después de la fiesta. Veo a dos traviesos que se balancean sobre las ramas de los árboles con sendas espinas de cacto reventando los globos de los más pequeños que caen al suelo. 

Apenas me acerco a levantarlos, angustiada, los terribles revienta - globos declaran con satisfacción:

         ¡Cómo nos estamos divirtiendo!

         Les entrego otros de formas diferentes y, como estaba previsto de antemano, al poco rato, ellos también vuelan por el aire y se alejan de la fiesta colgados de sus globos gigantes, gritando contentos...

         Luego, veo que algunos se avientan por el techo, dentro de las chimeneas del Club de la Mina y me aterro.  ¿Y si se quedan atrapados? ¿y si se caen y se hacen daño? ¿y si no salen por el otro lado? ¿y si se queman?

Pero al ver que aparecen por la puerta del jardín, llenos de hollín y de carbón, noto que están sucios, pero están enteros. Suspiro aliviado, con el corazón que late furiosamente, y los reúno para romper la piñata llena de sorpresas, caramelos de garabato y muñequitos. Cuando los más pequeños recogen sus pitos y sapitos bullangueros, escapan por el jardín felices de poder hacer ruido.  

         ¡Yo no quiero esta sorpresa!  ¡No me gusta!

         ¿Hubiera sido mejor llenar la piñata de manzanas?

Enseguida, los soldaditos ganan la batalla y marchan entre los guijarros tocando su tambor de hojalata; los sapitos saltarines se pierden entre la hojarasca y las maripositas de latón se deslizan leves entre las flores mientras los pequeñines corretean detrás.

Reparto globos con helio ensimismada por el ruido ensordecedor y los niños siguen desapareciendo en el aire hasta que casi no se ve a ninguno jugando alrededor.

Quedo demudada a ratos por las caídas, la agitación, los chillidos de susto y los sobresaltos, pero respiro profundamente y me convenzo de que no debo inquietarme. El jardín se envuelve en una vaga penumbra y comienzan a disminuir los últimos invitados llenos de hollín y gelatina.  Sus madres los buscan desesperadas con los ojos levantados, arriba, entre árboles y techos. 

¿Cuánto le ha costado la fiesta, con esos globos mágicos y esa torta tan grande?

¡Paciencia, señora mía, me ha costado mucha paciencia!

Se apagan los últimos clamores de la batalla campal en miniatura. Algunos padres persiguen a sus hijos por las calles para llevarlos a casa, pero ellos prefieren seguir columpiándose en el aire colgados de los globos, hasta que finalmente aterrizan en los techos, chimeneas y jardines.

Regreso jadeando, arrastrándome y abrazando a mis hijitas que duermen con una sonrisa en los labios. ¡Un día se irán por el mundo colgadas de sus globos de colores!  

Cierro los ojos y siento con inquietud que me patea la bebé que aún no ha nacido. ¡Debo pensar que ella también cumplirá cinco años algún día!   Me estremezco, con ese miedo ineludible que acompaña la libertad de procrear. Milagro de la vida. Después de una tarde agotadora, escucho en medio del silencio los latidos de otro ser flotando en mi interior.

Adriana Alarco de Zadra: www.adrianaz.it



FERNANDO SORRENTINO - ARGENTINA
FÁBULA EDIFICANTE

Éste era un mendigo muy honesto.
Un día golpeó a las puertas de una rica mansión. Salió el mayordomo y le preguntó:
 —¿Qué desea, buen hombre?
El mendigo respondió:
—Una limosnita, por amor de Dios.
—Voy a consultar con la señora.
El mayordomo consultó con la señora, y ésta, que era muy avara, le contestó:
—Jeremías, dele a ese buen hombre un pan. Sólo uno. Y, en lo posible, que sea de ayer.
Jeremías —que estaba secretamente enamorado de su ama— buscó, para complacerla, un pan viejo, duro como una piedra, y se lo entregó al mendigo.
—Toma, buen hombre —dijo, ahora tuteándolo.
—Que Dios se lo pague —respondió el mendigo.
Jeremías cerró el pesado portón de roble, y el mendigo se alejó con el pan bajo el brazo. Llegó al terreno baldío donde solía pasar los días y las noches. Se sentó a la sombra de un árbol y empezó a comer el pan. De pronto mordió algo duro y sintió cómo una de sus muelas se hacía pedazos. Cuál no sería su sorpresa cuando rescató, junto con los fragmentos de su muela, un fino anillo de oro, perlas y diamantes.
—Qué suerte —se dijo—. Lo venderé y tendré dinero por mucho tiempo.
Pero en seguida prevaleció su honestidad:
—No —agregó—. Buscaré a su dueño y se lo devolveré.
En el interior del anillo estaban grabadas las iniciales J. X. Ni corto ni perezoso, el mendigo se dirigió a un almacén y pidió la guía de teléfonos. Comprobó que, en todo el pueblo, sólo existía una familia cuyo apellido comenzase con X: la familia Xofaina.
Lleno de alborozo por poder llevar a la práctica su honradez, partió rumbo a la casa de la familia Xofaina. Grande fue su asombro al ver que se trataba de la misma rica mansión donde le habían dado el pan con el anillo. Golpeó a las puertas. Salió Jeremías y le preguntó:
—¿Qué desea, buen hombre?
El mendigo respondió:
—He encontrado este anillo dentro del pan que usted tuviera la bondad de darme hace un rato.
Jeremías tomó el anillo y dijo:
—Voy a consultar con la señora.
Consultó con la señora, y ésta, feliz y cantarina, exclamó:
—¡Afortunada de mí! ¡Hétenos aquí con el anillo que yo había perdido la semana pasada, mientras amasaba el pan! Éstas son mis iniciales, J. X., que corresponden a mi nombre y apellido: Josermina Xofaina.
Después de un instante de reflexión, añadió:
—Jeremías, ve y dale a ese buen hombre, como recompensa, lo que él quiera. Siempre que no sea muy caro.
Jeremías, tuteado por su ama, volvió a la puerta y díjole al mendigo, recayendo en el tuteo:
—Buen hombre, dime qué deseas como recompensa por tu buena acción.
El mendigo contestó:
—Sólo un pan para saciar mi hambre.
Jeremías —que seguía enamorado de su ama— buscó, para complacerla, un pan viejo, duro como una piedra, y se lo entregó al mendigo:
—Toma, buen hombre.
—Que Dios se lo pague.
Jeremías cerró el pesado portón de roble, y el mendigo se alejó con el pan bajo el brazo. Llegó al terreno baldío donde solía pasar los días y las noches. Se sentó a la sombra de un árbol y empezó a comer el pan. De pronto mordió algo duro y sintió cómo otra de sus muelas se hacía pedazos. Cuál no sería su sorpresa cuando rescató, junto con los fragmentos de esta su segunda muela rota, otro fino anillo de oro, perlas y diamantes.
Una vez más advirtió las iniciales J.X. Una vez más devolvió el anillo a Josermina Xofaina y recibió como recompensa un tercer pan duro, donde encontró un tercer anillo que volvió a devolver y por el cual obtuvo, en recompensa, un cuarto pan duro, donde...
Desde ese día venturoso hasta el infausto de su muerte, el mendigo vivió feliz y sin estrecheces económicas. Sólo debía devolver diariamente el anillo que encontraba dentro del pan.
Fernando Sorrentino nació en Buenos Aires en 1942. Sus invenciones suelen entrelazar de manera sutil, y casi subrepticia, la realidad con la fantasía, de manera que no siempre es posible determinar dónde termina la primera y empieza la segunda. Paraguas, supersticiones y cocodrilos (2013) es su más reciente libro de cuentos.


MORENO TOMASSINI - ITALIA
LA FÁBULA DE GUENDALINA

Una anciana mujer pasea por la ciudad bajo una fuerte nevada. Los mejores años de su vida los ha pasado trabajando en la espesura, recogiendo setas y flores. Su hogar es el bosque. Mira a los transeúntes con recelo paseando por la calle principal, donde están las tiendas más bonitas de la ciudad. De hecho, ella se envuelve en un manto negro que llega hasta los pies, y su cara está tapada con un pañuelo. Muestra interés por las tiendas de ropa.

Se detiene a mirar un escaparate que muestra una moderna capa de color rojo. Ella la mira fijamente y parece atraída por la capa roja; cuando el jefe la ve y dice:

- Vete, anciana, esta capa no es para ti. - Ella no levanta la cabeza, ni pronuncia palabra y se mueve lentamente a lo largo de la carretera. Regresa poco después y una vendedora le pregunta:

- ¿Señora, busca alguna prenda?

 Ella responde: - ¿Podría entrar a la tienda y dar una mirada?

-Entra, entra no te quedes en la calle.

Al verla, el jefe murmura:

- ¿Qué hace esa vieja mujer en esta tienda?

Allí trabajan tres empleados los cuales se angustiaron por la arrogancia del jefe y por la indignación que sus palabras causaron en algunos clientes. La anciana se disculpó con el jefe y salió de la tienda.

Por la noche, al bajar las persianas de la tienda, la vendedora la ve en la calle y le pregunta:

- ¿Todavía está aquí en medio del frío y de la nieve?

-Yo nací en el frío, pero gracias por preguntar. Tú tienes un buen corazón.

-Vamos a dormir a mi casa, - le dijo Aurora. - ¿Cómo te llamas? 

-Guendalina, la reina del bosque. Te puedo hacer un regalo, ¿qué prefieres?  

Aurora no responde y sonríe, pero Guendalina sabe que está preocupada y sabe que las cosas no van bien en la tienda.  Pasan la noche juntas al calor del hogar. Por la mañana, al salir de casa, se escucha una fuerte sirena por las calles de la ciudad y con gran sorpresa de las dos mujeres la policía se detiene frente a la tienda. Por la puerta ven salir al jefe con las manos esposadas.

Pasan unos días y por decisión del tribunal se entrega la gestión de la empresa a las órdenes de Aurora.  Desde entonces, la tienda pareciera tener un vigor renovado. Fue y sigue siendo el espacio más acogedor en esa calle para todos los clientes, especialmente para las damas más ancianas de la ciudad.

Unos días más tarde, Guendalina, vestida con su manto negro y el pañuelo en la cabeza, se detiene a observar la vitrina. Solamente Aurora sabe quién es.

- ¿Viene usted por la capa roja, ¿verdad?

Ella responde: 

-No, Aurora, he venido a despedirme de ti, porque tú tienes un gran corazón por lo que la tienda te dará muchas satisfacciones y sé que serás siempre muy feliz.

Aurora prepara una taza de té muy caliente para Guendalina.

-Sólo unos minutos…- dice Aurora mientras atiende a unos clientes.

Después de beber, Guendalina sale de la tienda. Aurora asoma para llamarla, pero ve una luz brillante que la envuelve y, como por arte de magia, ¡desaparece ante sus ojos!

Moreno Tomassini 1953 Rovereto (Trento) Italia.

(Coordinador de proyectos para el desarrollo social en Centro América)



CARLOS MARIA FEDERICI - URUGUAY

DOS MICRO FICCIONES


DULCE DESQUITE

Medio siglo atrás, ella —un témpano bajo mis labios, una tabla entre mis brazos— hizo cenizas mi juventud. Y lo más humillante fue que mi rival, su preferido, insolente­men­te acaudalado, macizo, arrogante, casi cuadruplicaba sus diecinueve años. Pero a ella, según me dijo más de una vez, “le gus­taba” él más que yo, flaco, anodino, manso… ¡Un pobre diablo!

Para él se semidesnudaba, se prestaba —hasta cierto límite, claro— a sus caprichos eróticos. (¡A mí me lo había negado siempre todo!)

…Hoy, irónicamente, aunque no poseo la fortuna de él, los años me han dado su apa­­rien­cia. (Supongo que ahora sí “le gustaría” un poco.)

Pero ella —¡dulce desquite! — jamás recobrará aquella belleza que una vez la adornó.


HARTURA

Tras un sinnúmero de constantes y reiteradas perturbaciones de su sueño milenario, en 1937 el Gran Cthulhu consideró rebasado su límite de tolerancia.

—¡¿TE CALLARÁS POR FIN?! —rugió.

Sumiso, H. P. Lovecraft expiró.

* Carlos María Federici (3 de diciembre de 1941Montevideo) es un escritor, guionista y dibujante uruguayo, de ciencia ficción, policial y terror. Su obra literaria aparece en varias antologías de su país y del exterior. Se lo considera uno de los pioneros de la ciencia ficción y el relato policial en Uruguay.




TANYA TYNJÄLÄ - PERÚ

SIGNOS INEQUÍVOCOS DE UNA MUERTE CERCANA



La fila de hormigas caminaba llevándose el azúcar desde la cocina hacia el patio. No las maté. Mi abuela siempre decía que ese era un signo inequívoco de una muerte cercana. No pude evitar sentirme contento.

         No soy una mala persona, no ando deseando la muerte de cada persona que se me cruza en el camino haciéndome alguna perrada, pero todos tienen un límite y no soy Job.

         La madre de mi novia no me considera digno de su hija. Para ella soy solo un mediocre cajero de banco, sin el futuro grandioso que soñaba para su “princesa”. No oculta su desprecio hacia mí cada vez que tiene la ocasión. Pero está enferma, grave, todos los saben: Seguro es ella la que va a morir.

         Recuerdo la vez que me invitó a una reunión familiar, solo para humillarme invitando también a un “amigo de la familia” joven, guapo y ricachón. “¿Recuerdas, Anita? De pequeños decían que se casarían de grandes”, comentaba sonriendo. Poco importaba que mi novia lo le hiciera caso, ella insistía: “¿No es cierto que está muy guapo?  ¡Es el partido ideal, tiene su propia empresa!”. De nada valió el apoyo de mi Ana, pidiéndome que no le hiciera caso, la vieja me arruinó el día.

         Un perro aúlla a lo lejos: otro signo, la muerte está cerca. Sigo preparándome para ir al banco. Será un día largo y pesado, día de paga. Todos quieren cobrar su sueldo. Yo igual no dejaré de sonreír.  Es fácil ser amable cuando sabes que todos tus problemas desaparecerán de un solo golpe.

         Disfruto pensando en nuestro futuro, sé que no pudo ofrecerle mucho, pero lo que le daré, será de corazón. Si pudiera, le diría que no trabaje… pero eso es imposible con mi sueldo. Es otra de las críticas de su madre: “¡Pero si ni para mantenerla bien tienes! ¿Para qué te quieres casar?”. Y sigue quejándose de que su pobre hija tendrá que trabajar toda su vida y sigue y sigue…

         En el trabajo no puedo pensar en otra cosa, no me concentro, me equivoco varias veces al contar el dinero. No sonrío, estoy tenso, si el jefe se da cuenta… De pronto una campana nos sobresalta. Pensamos inmediatamente en una alarma. Una secretaria se ríe.

         —Fíjense, el despertador que me regaló mi hija para el día de la madre, ese que se malogró al segundo día y que guardo solo por cariño, ¡se puso a sonar de pronto! ¡Qué susto! ¿No?

         Sí, “que susto ¿no?” ¡Qué alegría digo yo! Tres signos al mismo tiempo. No pueden fallar.

         El banco cierra, salgo presuroso a la parada de autobús. Quiero llegar a casa lo más rápido posible. El ojo izquierdo me palpita: cuatro signos en un día. Debo parecer asombrado y triste cuando Ana me dé la noticia. Quiero…

         … No vi el camión, todo el cuerpo me duele. La gente que se mueve a mi alrededor…  escucho sus gritos de auxilio, también escucho aullar a un perro, mientras veo a las personas como si se alejaran cada vez más hasta hacerse pequeñas, como las hormigas…

Tanya Tynjälä. Escritora peruana de ciencia ficción y fantasía. Se dedica a la
docencia. Ha publicado con NORMA “La ciudad de los nictálopes”, “Cuentos de la princesa Malva” Y “Lectora de sueños”, además con Micrópolis “Sum”, colección de micro relatos y poemas. Es editora para el idioma español del equipo de blogs de “Amazing Stories”. Ha sido galardonada con premios literarios como el “Francisco Garzón Céspedes” en 2007.